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Antes de llegar el agua del Canal de los Monegros no había otra que la caída del cielo. El agua de lluvia era recogida por las balsas del término municipal de Candasnos. Eran las que surtían de agua de boca a  los vecinos, a las bestias de labor y a las ovejas.

Encontramos  la Balsa del Tejar donde abrevaban los rebaños de la trashumancia; el Hondo de la Unilla, laguna con frecuencia completamente seca antes de los regadíos y que actualmente está llena de agua y de vida gracias  a las escorrentías de lo que se riega con el canal; la Balsa de las Mulas donde se construyeron posteriormente las piscinas municipales; la Balsa del Pozo, el Balsalote y la Balsa Buena utilizada exclusivamente para consumo humano.

LA BALSA BUENA

La Balsa Buena pertenecía a la infraestructura de abastecimiento de agua de la antigua calzada romana que unía Tarraco con Caesaraugusta.

Se trata de un vaso circular, formado por muros de grandes piedras, de 20 metros de radio y 3 metros de altura, con un pilón en el centro que mide el nivel del agua y cinco aberturas equidistantes. Se alimentaba  de agua por la del norte y se aliviaba por la del sur, que era más ancha y era por la que los vecinos de Candasnos  generalmentela  extraían .

El agua de la Balsa Buena era extraída por las mujeres con cántaros y se guardaba fresca en las tinajas de las bodegas.

Estaba prohibida la recogida de agua con cualquier medio o sistema que no fuera el cántaro, por medidas higiénicas, ya que los pozales o galletas eran también utilizados para otros fines; también por economizar  y evitar el abuso del consumo de agua, ya que costaba más llenar un cántaro,  obligando incluso  a formar filas para la extracción.

Periódicamente se procedía a la limpieza de la Balsa Buena. Se dividía en quiñones iguales o porciones de cargadal o barro sedimentado, que se  asignaba a cada familia del pueblo y que estaban obligados a la extracción del  barro de cada tajo.

Estas líneas están extraídas de un interesante monográfico de       José Bada sobre el tema

Fotografías 

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RECUERDOS DE ELVIRA GALINO SOBRE LA BALSA BUENA

Yo tenía entre seis y ocho años cuando ocurrió esto que quiero contar… La limpieza de la Balsa Buena y de la Rebalsa cuando el barro estaba seco, se hacía entre todos los agricultores y ganaderos de Candasnos,  y el sistema era un quiñón por casa. No se miraba ni ricos ni pobres, eran todos por igual . A mi pobre padre,  aquel sistema no le parecía que  fuera justo y empezó a decir a algunos pequeños agricultores que no limpiaran lo que se les había asignado. Había algunos cabecillas que le dieron la razón, pero mucho hablar pero nada más- por supuesto no doy nombres ni apellidos por respeto, ya que no están entre nosotros-. Llegó el día de la limpieza y mi padre limpió el trozo asignado,  dejando parte sin limpiar porque entendía que era injusto. Los que le habían dado la razón se desdijeron de su palabra y limpiaron sin rechistar todo su trozo, dejando a mi padre solo.

Por supuesto , las represalias no tardaron en llegar. Lo llamaron del ayuntamiento y le dijeron que si no limpiaba lo que había dejado le ponían una multa de 50 pesetas. Le dieron un plazo de quince días, y le advirtieron que tomarían otras medidas si no accedía. Mi padre les dijo que ni limpiaba ni pagaba.

En el pueblo había mucho cotilleo sobre el tema. Una persona muy cercana a mi padre y al Presidente de la Hermandad,  responsable de la limpieza de las balsas y arreglo de caminos, sabedor de la cabezonería de ambos y que ninguno iba a ceder en el tema, le aconsejó a mi madre que pagara la multa y todo quedaría resuelto.  A mi madre le pareció mal ponerse delante de su marido, pero era grande la presión que la pobre padecía .  Por un lado estaba la persona que tanto quería, mi padre, que lo veía sufrir, y luego estaba yo, que me resultaban insufribles los comentarios de algunas compañeras en el colegio, que me decían que si mi padre no pagaba o limpiaba lo que había dejado,  lo llevarían a la cárcel.

Iban pasando los días y finalizaba el plazo. La persona que aconsejó a mi madre se ofreció a pagar el dinero de la multa, pero mi madre le decía que no era una cuestión de dinero sino  de razón y justicia. Así que mi madre , por el bien de todos y callar bocas,  un día se decidió a pagar la multa sin saberlo mi padre. Al día siguiente se mandó limpiar el trozo de Rebalsa que quedó sin limpiar.

En la próxima limpieza, mi padre limpió su quiñón y no escuchó nada porque no creía en nadie. Se dio cuenta que no podía luchar solo con lo que él creía que era de justicia y contra el “ordeno y mando”. Posiblemente sufrió más por la traición de los pequeños agricultores que por el sistema.

Hoy esto me parece una anécdota, pero en su día fue un incidente bastante desagradable.

Con este recuerdo, quiero rendir un pequeño homenaje a mi padre José Galino Cruellas, el protagonista de esta historia, quien fue un hombre bueno, trabajador , honrado y justo.

Nota de Elvira Galino, su hija:

Mi padre se enteró que mi madre había pagado la multa veinte años más tarde; sin embargo, él siempre sospechó  sin decirlo, que así había ocurrido”.