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INAUGURACIÓN DE LA NUEVA ERMITA DEL SANTO

(Dedicada a San Bartolomé)

Fue en plena Guerra Civil, cuando acaeció el bombardeo  que dejó a Candasnos roto y maltrecho . Entre los destrozos que hizo en algunos de sus edificios,  se encontraba la ermita de San Bartolomé  (“EL SANTO” así llamado popularmente por sus gentes) .Aun siendo muy importantes los destrozos, nada  que ver con el dolor por los muertos y heridos que hubo. Fueron unos episodios muy dolorosos para nuestro pueblo, según me contaron las personas que les toco vivir esos desastres.

Tuvo que pasar mucho tiempo hasta que las cosas se fueron serenando y endureciendo los corazones sin tiempo para llorar, la guerra continuaba y  en otros frentes, las tragedias se iban sucediendo.

Pasada la contienda, la vida cotidiana empezó a resurgir y había que retomar las costumbres típicas de los pueblos ,como la de subir al “Santo” para Pascua y pasar un día de hermandad con todas las personas del pueblo que allí se reunían.

Mi madre que era sordomuda con frecuencia me contaba a su manera las vivencias que tuvo de niña,  en los aledaños de la ermita cuando el lunes de Pascua  se subía en romería, lo primero  era la  celebración de  la misa y según me explicaba, se comía junto con toda la gente que allí se encontraba, a los postres era costumbre tirar naranjas por la pendiente de la ladera y todos los críos corrían detrás de ellas para ver quien cogía más, mi madre contaba estos recuerdos de su infancia con una emoción contagiosa.

La ermita de San Bartolomé, corona  un montículo de los pocos que hay en este monte de Candasnos, no es el punto  más elevado del pueblo, pero sí que desde este enclave hay una bonita panorámica del pueblo y de  sus tierras de cultivo; debido a su extraordinaria llanura, tienes la sensación de estar en una isla rodeada de un mar de diferentes tonalidades, según en que estación del año te encuentras.

La ermita era de un tamaño bastante grande, de piedra vista y de planta alargada, tras el bombardeo, sólo quedó en pie la pared más al norte, también se apreciaban dos o tres arcos equidistantes a lo largo de la Iglesia, todo lo demás era un montón de piedras.

De críos era un lugar al que se solía ir de excursión con los maestros, pocas veces, pero ese día  se hacía  la clase en el campo y nos parecía estupendo, se merendaba y jugábamos en las ruinas de la ermita.

 

 Los años pasaron y llegó el momento de tomar la decisión de volver a construir la ermita– que no reconstruir- ya que el estado en que quedó no era viable. Mosén Ros que aun estaba en el pueblo por aquel entonces,  puso todo su empeño para que la ermita dejara de ser un montón de piedras. Como siempre ocurre, el dinero es el principal problema y  había que buscarlo. El ayuntamiento por aquel entonces, por lo visto no podía colaborar, por lo tanto el cura tomo la decisión de pedir al pueblo su  colaboración, que cada uno aportara según su voluntad y estatus económico y así fue como se pudo rehacer , fue importante la aportación de una familia, que corrió con el coste de la cristalera de colores que se colocó, para proteger a la ermita del viento.

Se hizo una pequeña ermita de estilo moderno ,de mediados de los 70 y se volvieron a retomar algunas de las costumbres de antaño. No había comida campera ni carrera de naranjas, con el paso del tiempo las costumbres han ido cambiando, en otros relatos se da cuenta de ello, pero sigue siendo un bonito día.

Es costumbre también el subir a la ermita del Santo para el día de San Isidro, patrón de los labradores y el día de San Bartolomé, el 23 de agosto.

En una ocasión, antes de la construcción de la nueva ermita, había un pintor que sentado delante de su caballete, plasmaba la ermita caída y lo que la vista le alcanzaba,  estuvo un par de días por allí.

Según la fecha anotada en el reverso de las fotos que acompañan al relato, la inauguración de la ermita fue en la Pascua de 1974, resultó una jornada extraordinaria, allí nos juntamos toda la gente del pueblo, se celebró la misa y bendición  de la capilla y su entorno, se terminó la fiesta con un festival jotero protagonizado por los niños pequeños del pueblo, que con mucho cariño y paciencia, les enseñó a bailar nuestro baile regional, una chica del pueblo, Palmira Sasot Labara a quien desde aquí le damos las gracias.

Un día, pasado algún tiempo, volvió a sobresaltarse el pueblo, pues una gran cercera como las que habitualmente nos obsequia la climatología, se llevó ladera abajo la torre y la bonita cristalera de la nueva ermita, esta vez los arreglos fueron más rápidos, se reforzó la torre y se sustituyó la cristalera por una pared de ladrillos, para evitar que volviera a  ocurrir algo parecido. En este nuevo arreglo, fue muy importante la aportación económica  de un matrimonio de Zaragoza,  muy positivamente involucrados en el pueblo, por sus raíces y cariño a estas tierras.

Hasta aquí la destrucción e inauguración de la nueva ermita de San Bartolomé. Esto que cuento es fruto de pinceladas que me han contado y recuerdos de mi infancia y posteriormente como madre de una pequeña y rubia  jotera, mis disculpas si alguien cree que me he ido mucho, de cómo fueron las cosas.

Mercedes Pueyo